En respuesta a la pregunta ¿Dónde están los clientes?, solemos oír:
- Del otro lado del mostrador.
- Al otro lado del teléfono.
- En su negocio esperando nuestra visita.
- En su casa usando alguno de nuestros productos.
En todas las respuestas enunciadas, el cliente se manifiesta como externo a la empresa. Esta lectura de la realidad no se ajusta del todo al actual paradigma empresarial. Una empresa que aspira sobrevivir debe estar orientada hacia la creación de valor para todos sus clientes y aparte de los mencionados, existen otros clientes dentro de la empresa, a los que llamamos clientes internos.
Nuestros colaboradores, colegas y jefes necesitan que se les aplique el mismo tratamiento que al cliente externo, en el análisis y satisfacción de sus expectativas. Es imprescindible que cada empresa reflexione sobre este particular y juzgue si su servicio al cliente interno, se parece a los conceptos declamados:
- “Lo mejor que tenemos es nuestra gente”
- “Somos una gran familia”
- “Esta organización es un organismo vivo”
- “Somos un equipo”
- “Estamos en un mismo barco”.
Estos son los ejemplos más típicos de frases de comunicación empresarial, pero existe uno que expresa la importancia de este aspecto en el compromiso con el cliente:
“El modo en que se sienten los empleados será en última instancia el modo en que se sentirán sus clientes”.
¿Quién se siente cómodo visitando una familia donde sus miembros no se aprecian entre sí?
Si la relación entre sus componentes es indiferente o descortés, poco es lo que podemos esperar respecto a nuestra relación con ellos. Con seguridad trataríamos de no involucrarnos en sus peleas familiares y mucho menos visitarlos cuando palpamos un ambiente de hostilidad.
Sin embargo, ¿Están pensando en el cliente, los funcionarios que traban el desempeño de otro componente de la organización? Esta actitud, sin dudas, perjudica la relación con los clientes y aunque no se note inmediatamente, aumentará costos, perjudica la imagen empresarial (mucho dinero invertido en la consolidación de una marca) y cansará al personal haciendo que no pueda dar lo máximo de sí mismo.
El sentido común hace innecesaria mucha más explicación, pero; ¿Estamos seguros que el trato con nuestros colaboradores, colegas y jefes no sufre de alguno de estos males que enunciamos? Si las empresas son organismos vivos y su funcionamiento se parece al del cuerpo humano, no es difícil pensar. ¿Que pasaría si las necesidades de un órgano fueran indiferentes a las de los otros, o bloquean el desempeño de los otros órganos?
Este tipo de situaciones se conocen como enfermedad y su gravedad afecta la vida. Si se tratara de síntomas observados en un atleta que debe competir, seguramente le recomendarían que no compita hasta que esté sano.
Órganos enfermos deben ser atendidos, conexiones y coyunturas deben funcionar sin dolor. Las empresas deben luchar contra el “autismo”, responder a lo que pasa a su alrededor, hacia el mercado.
La búsqueda de fidelidad en los clientes, no puede tener éxito, cuando el concepto de cliente interno no forma parte de la cultura de la organización.
La performance de cualquier equipo es afectada por una mala relación entre sus miembros y ningún entrenador responsable descuida un factor como ese. Nadie debería decir “ese no es mi trabajo”.
En las empresas se puede comprobar fácilmente que todos, a la vez, son clientes y proveedores de alguien. La calidad siempre estará en función de las expectativas del cliente y pensando en términos de clientes internos, nos obliga a saber exactamente qué necesitan y esperan los otros componentes de la empresa.
Esta situación se extiende también a la comunicación con los proveedores, que deben saber claramente qué están esperando de ellos los clientes finales. El presupuesto de la empresa debe reflejar su conciencia acerca de la salud interna.
Observemos cuánto gasta una empresa en potenciar su personal y entonces sabremos cuánto aprecia a sus clientes. Selección, capacitación y motivación permanente, son el camino para lograr que los valores más sanos sean compartidos por todos.
Los clientes deben percibir un clima de “ausencia total de conflictos internos”, “buen clima laboral sincero”, “salud organizacional”, para que una empresa sea creíble en su propuesta de valor. El buen servicio es simplemente un reflejo de sus convicciones íntimas, debe ser el estilo natural de la organización.
Las compañías deben erradicar sus conflictos internos antes que cualquier otra cosa, si quieren triunfar en el estado actual de hipercompetencia planteado por el mercado global.