¿Alguna vez te has puesto a pensar el impacto que tiene el trabajo que realizas? ¿Alguna vez te has detenido a pensar que sucede después de que terminas de hacer tus actividades y a dónde llegan los resultados de las mismas?. Las personas, al igual que las empresas desarrollan a lo largo de su historia un interminable número de actividades a través de las cuales buscan brindar un producto o servicio que satisfaga una necesidad específica, sin embargo, a pesar de que muchas organizaciones logran ofrecer una solución a esa necesidad identificada, lo cierto es que no son capaces de transmitir a sus colaboradores la importancia del trabajo que trasciende.
Descubrir la trascendencia que tiene y el impacto que genera el trabajo de alguien es un acto de reflexión y de análisis, por lo tanto, los primeros interesados en hacer este ejercicio deberían de ser los gerentes, directores y dueños de empresas. Hablar de trabajo que vale la pena es concentrarse en las personas que colaboran en la organización, es ayudar a los colaboradores de todos los niveles sin importar el puesto o la jerarquía que ocupan a que identifiquen y valoren lo que hacen. No se trata simplemente de decir que su trabajo está bien hecho, no se trata de poner una palomita en la lista de tareas cumplidas, se trata de que cada individuo descubra desde lo más profundo de sí, que a través de su trabajo, está contribuyendo para lograr que el mundo sea un mejor lugar.
Cuando los empleados de una empresa logran asimilar que el trabajo que realizan es importante más allá de la propia organización para la que trabajan descubren entonces que su labor trasciende, por lo tanto esto motiva a la persona y lo impulsa a hacer las cosas cada vez mejor.
Para ejemplificar este punto, quiero compartir contigo un pequeño resumen del libro Gung Ho, escrito por Ken Blanchard, que significa en chino “a la carga”, dentro de este libro se presentan los relatos de algunos ejemplos tomados del comportamiento de ciertos animales, que aplicados al comportamiento humano en el trabajo y en la vida general, permiten hacer del trabajo una actividad motivadora, productiva y satisfactoria.
Precisamente, el primer relato se refiere al espíritu de la ardilla que contribuye en gran medida a la motivación personal, pues la energía natural de las ardillas hace que con mucha pasión recojan frutos que almacenan como alimento en los meses de invierno, y precisamente, la pregunta aquí es, ¿por qué las ardillas trabajan tan duro en esta labor de recolección?, porque reúnen alimentos para ellas y para los demás, realizan un trabajo que vale la pena, su trabajo es significativo, tiene sentido. Las ardillas se sienten motivadas con su trabajo porque además es un trabajo reconocido y en busca de un objetivo común.
Cabe aquí una reflexión, hay que ver el trabajo con el enfoque de valorar lo que hacemos, no solo por la cantidad y la calidad de lo que se hace, sino por el beneficio que se tiene, y por añadidura se tendrán mejores resultados medibles.
Suena muy bien, ¿verdad?, la gran pregunta es, ¿cómo le hacemos?, ¿cómo logramos que el trabajo que cada uno de nosotros y nuestros colaboradores sea reconocido, valorado, valga la pena, transcienda?, analicemos algunas sugerencias:
- Debemos lograr que el trabajo que desarrollemos tenga significado, que sea inspirador, que motive. Busquemos el lado romántico de cada una de las actividades que realicemos por sencilla que esta sea.
- Logremos que cualquier actividad que llevemos a cabo sea útil y que sea un granito de arena para lograr un lugar mejor para vivir. Te imaginas como seria nuestra vida si la persona que conduce un taxi, quien barre la cuadra donde vivimos, quien enseña en las escuelas, quien te atiende en las ventanillas de las oficinas públicas y privadas, quien te vende un producto o servicio, en fin.. todos con los que tenemos relación, pensaran de esta forma… viviríamos en un mundo mejor.
- Tenemos que estar dispuestos a cumplir nuestros compromisos con los compañeros de trabajo, con los clientes, con la empresa, con nosotros mismos, esto generará confianza en lo que hacemos y valorará nuestro actuar.
- Vivir los valores que nos guían, esto significa aplicarlos en cada momento de nuestra vida, no solo a conveniencia de la ocasión.
- Aprender a trabajar en equipo y poner siempre lo mejor de nosotros en cada una de las actividades que llevamos a cabo, nuestra propia vida, nuestra familia, nuestra empresa, nuestra comunidad, nuestra iglesia, nuestra ciudad, nuestro país, nuestro mundo.
- Tener como primer pensamiento el respeto a nosotros mismos y a los demás.
- Aprender de las ardillas para aprovechar el tiempo de verano, cuando hay abundancia, para estar preparado para el tiempo de invierno, cuando hay escasez.
- Convertirnos en el animador número uno de nosotros mismos, de nuestros compañeros, de nuestra familia, de nuestros amigos, de todas las personas con las que convivimos.
Es tarea de todos identificar el valor trascendental que tiene lo que hacemos por muy operativo o estratégico que sea nuestro trabajo, ya que de esto depende el resultado que obtengamos de él. Hoy en día hablar de productividad y competitividad lejos de ser solo un tema de moda, se ha convertido en uno de los principales indicadores para medir el desempeño de las organizaciones y sus colaboradores, pero más allá o más acá, de cumplir los números, está el hecho de analizar el impacto que tiene lo que hacemos e incluso lo que dejamos de hacer de nuestras actividades diarias, estar consciente de cómo esto repercute de manera importante en la vida de otras personas, es lo que le da un verdadero valor y significado al trabajo que hacemos.
Que el trabajo trascienda depende de nosotros, no de lo que digan los demás, sino del significado que nosotros mismos le demos, suena muy trillado, que si quieres que el mundo cambie, cambia tú, puedes estar seguro que el poder de nuestros pensamientos es tan fuerte, que si tú consideras que tú trabajo trasciende, así será.
¡Realicemos todos los días un trabajo que signifique, que dignifique y que trascienda y hagamos de este mundo un mejor lugar para vivir!