Afán de logro

Llegar a la meta

“Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo, y acabarás lográndolo”

Ludwig van Beethoven

 

El afán de logro es un anhelo vehemente de lograr lo que se quiere. Quien tiene esta cualidad no se queda en los anhelos, sino que pasa del pensamiento a la acción con rapidez.

El Diccionario de la Lengua Española,  define la palabra afán como: “Solicitud, empeño, pretensión, deseo, anhelo vehemente. Prisa, diligencia, premura”. Así de afanados por lograr sus deseos, están  quienes poseen este don. Se dice que este afán se trae de nacimiento. Que viene con el ADN.

De nacimiento o no, está claro que es un motor para hacer que las ideas se conviertan en realidad: característica común en los exitosos, de aquellos que no se quedan en el terreno de las ideas y los sueños, sino que son realizadores inflexibles. Según Mc Clelland, un distinguido psicólogo norteamericano, la necesidad de logro es uno de los ímpetus más poderosos de la conducta humana. No obstante, para quien tiene esta cualidad, una vez alcanzada la meta o deseo, ello ya no le motiva. Entonces, su naturaleza le hará buscar nuevos retos cada vez más elevados y desafiantes.

¿Es el afán de logro una virtud? Sí, pero tiene efectos secundarios negativos que hay que evitar. Si la necesidad de logro es muy alta, la persona tiende a aferrarse a la ejecución de las acciones; lo cual la lleva a desatender las señales de alerta o peligros que pudiese haber en una situación. O a desarrollar una aguda presión sobre sus colaboradores, que terminará por abrumarlos y desmotivarlos. O a dar la apariencia de que en la gestión del logro, está dispuesta a sacrificar lealtades, amistades o consideraciones.

En el corto plazo, a fuerza de coraje y determinación, un líder orientado fuertemente al logro podría ser muy exitoso, pero existe un lado oscuro: al orientarse implacablemente en las tareas y metas un ejecutivo puede, a la larga, perjudicar el desempeño. Las personas excesivamente orientadas al logro tienden a dar órdenes e imponer, más que a enseñar y colaborar, sofocando así a sus subordinados. Acostumbran tomar atajos y olvidan comunicar la información clave; pueden hacer caso omiso de las inquietudes de los demás, por lo que el desempeño de sus equipos comenzará a debilitarse.

Una fuerza demasiado intensa en el logro puede destruir la confianza y quebrantar la moral, reduciendo la productividad y deteriorando la confianza en el trabajo ejecutivo.

Como ejemplo real tenemos a Javier; un colega director de área con el que coincidí en una empresa. Para muchos fue una muestra típica del excesivo afán de logro, que se orienta a los resultados sin importar cómo se alcancen. Javier ponía a sus ejecutivos a competir entre sí, lo que hacía que el espíritu de equipo menguara, se dividieran y entraran en conflictos interpersonales.

O el caso de Francisco, director de una importante fábrica. Un tipo muy seguro de sí mismo y orientado a los resultados. Estaba tan obstinado en su afán de logro que pasaba por encima del resto del equipo ejecutivo. Era despectivo, distante y exigente, y nunca atendía los consejos y sugerencias que le hacían. En menos de tres años, con la empresa sumida en el caos y amenazas de renuncia de varios gerentes de su equipo, fue despedido.

Hay que controlar el excesivo afán de logro, siendo menos coercitivo y más colaborador. Influir en lugar de dar órdenes. Enfocarse más en las personas y menos en las cifras y resultados. Esto es fácil de decir, pero difícil de hacer. Ejecutivos experimentados y exitosos, que deberían tenerlo claro, caen una y otra vez en el afán excesivo de logro.

 

“No presiones en exceso al resultado, pues se puede malograr. Todo tiene un tiempo de maduración y espera”

Katel

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