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Emprender, ¿Éxito, fracaso o conformismo?

Ejecutivo exitoso

“La mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres” Joseph Joubert

El acto de emprender implica el riesgo de fracasar o la posibilidad de triunfar. Ante estos incompatibles sucesos es que muchos prefieren la zona de comodidad del conformismo, y la mediocridad, ante la eventualidad de perder, pero con esta actitud aniquilan la posibilidad de ganar.

Actitud muy respetable, la de no arriesgar, pues cada quien decide lo que hace con su vida y sus acciones. Lo que no procede es el lamento continuado en que se anegan los que sufren el dolor de la poquedad.

Muchas personas que se quejan por que no son exitosas no son consecuentes de esa pasividad y medianía. Otras, son conscientes de ella, pero continúan sosteniendo la actitud porque les provee de la distracción en la cual es fácil aceptar la pequeñez como elección vital.

Cuando permitimos una actitud así, ésta termina por sustraernos del entero compromiso por nuestro éxito y sitúa la culpa, de la frustración y estrechez, afuera de nosotros mismos. De golpe, la culpa de nuestra mala estrella es de otras personas, de las eventualidades o de la fatalidad.

Exceptuando cualquier excusa que justifique nuestra mediocridad, sólo tendríamos dos posibilidades: aceptar la total responsabilidad por nuestras circunstancias y cambiar rumbo al éxito o aceptar que somos incompetentes para tomar control de nuestra vida y resignarnos al fracaso.

Con todo, los pretextos nos dan una tercera opción aún peor que la segunda, pues nos transforman en personajes, bien intencionados, a quienes desgraciadamente el destino no les ha favorecido, terminando por ser las pobres víctimas de una contingencia cruel: la mediocridad.

La mediocridad es más infame que el fracaso absoluto. Éste, al menos, nos fuerza a valorar otras disyuntivas. Cuando se ha tocado fondo, y encuentra uno el punto más bajo de su vida, la única elección es remontar. La miseria total, la derrota completa y el tocar fondo nos obligan a actuar. Sin embargo, con el conformismo sucede todo lo contrario, pues éste genera mediocridad y a su vez ésta prolonga el conformismo.

El gran peligro de la mediocridad es que es soportable, se puede convivir con ella. Es como una piedra dentro del zapato: no mata, pero duele.

Lo que ocurre es que no duele lo suficiente como para impulsar hacia la acción aventurada de emprender, de la que se puede derivar una victoria o una derrota.

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