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Cambia tus paradigmas

Cambia tus paradigmas

“Es más fácil desintegrar un átomo que un concepto”

Albert Einstein 

Paradigma quiere decir: “Ejemplo, muestra o modelo que sirve de norma”. Es una regla aceptada y utilizada por alguien, y que le sirve como referencia para regular sus decisiones y sus conductas.

Los paradigmas no son ni buenos ni malos por sí mismos. Sólo lo son en la medida en que te lleven a consecuencias desafortunadas. La debilidad de ellos – o su fortaleza, según se vea – reside en que, una vez establecidos y aceptados por una sociedad humana, difícilmente se modifican. Aún y cuando la conduzcan al fracaso o a ninguna parte. Con el experimento, que adelante transcribo, se ejemplifica, de manera dramática y muy real, cómo nacen los paradigmas, y el daño que causan si no son aptos para nuestros fines.

Unos científicos colocaron a cinco simios en una jaula, en cuyo centro pusieron una escalera, y, sobre ella, un pila de plátanos.  Cuando un simio subía la escalera para tomar los bananos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. “Después de un tiempo, cuando un simio iba a subir la escalera, los otros lo agarraban a golpes. Pasado algún tiempo más, ningún simio subía la escalera, a pesar de la tentación de las frutas.

Luego, los científicos sustituyeron uno de los primates. Lo primero que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le dieron una paliza. Después de algunas tundas el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, ni tampoco supo el porqué de los golpes. Un segundo simio fue sustituido y sucedió lo mismo. El primer suplente participó con entusiasmo de la consabida paliza al novato.  Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho… ¡lo volvieron a apalear! El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos, fue suplantado.

Los científicos quedaron con un conjunto de cinco primates que, aún y cuando jamás recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentase llegar a los bananos.

Si fuese posible preguntar a alguno de ellos por qué le pegaban al que intentase subir la escalinata, con seguridad la contestación sería:

«No sé, las cosas siempre se han hecho así aquí».

¿Por qué estamos haciendo las cosas de una manera, si las podemos hacer de otra mejor?… Porque muy poca gente se aventura a debatir lo establecido. Prefiere – o lo fuerzan, como en el experimento – a seguir la corriente de lo aprobado por las mayorías; si bien no les conduzca al lugar deseado.

Somos entes de costumbres y nos acobarda el cambio; en especial el de lo aprendido, de lo que ya sabemos. Y así, el desechar un paradigma y sustituirlo por uno nuevo, se topa con la intransigencia generalizada de la sociedad o de una empresa, puesto que quebranta la seguridad que da el seguir las normas, de arriesgarse a probar, de salirse de lo aceptado por la colectividad.

Hasta que algún innovador los cuestiona y, con suerte, logra modificarlos. Digo que «con suerte», pues la historia de la humanidad está repleta de casos de grandes pensadores que fueron repudiados por debatir el conocimiento determinado en su época. Citemos el ejemplo del astrónomo italiano Galileo, quien fue obligado a abjurar y terminó sentenciado a cadena perpetua por afirmar que la Tierra giraba alrededor del Sol, y no al revés, como era la creencia – o paradigma – de la Iglesia Católica.

Sé valiente para enfrentar la renuencia que es de esperarse que se te presente, pues aún somos semejantes a los simios del experimento. Debes estar en permanente exploración de cuáles son los paradigmas que bloquean tus resultados y de dónde proviene su enseñanza, ya que los paradigmas son aprendidos en la familia, en la escuela, en la empresa, y en el caminar por la vida.

Las enseñanzas que recibiste, en la escuela y en la empresa, tienen mucho de discutible, porque están orientadas a endosarte ideas que, cada vez más rápido, caducan y pierden aplicabilidad. Tener conocimientos y cultura engrandece tu pensar, pero mucho de ello lo olvidas con el tiempo, pues lo aprendiste basándote en la memorización, sin razonar acerca de la validez y aplicación práctica en tu vida y tus quehaceres.

Otro tanto debería de suceder en tu trabajo para fomentar un sano hábito de innovación; de mejoría de lo existente; de hallar nuevas maneras de hacer las cosas; de simplificar, no esperes más y cambia tus paradigmas, descarta los que ya no te funcionan y crece.

¿Cuál es, entonces, el paradigma a seguir? El que mejor te funcione para tus fines, tu felicidad y tu prosperidad. Eso debes de preguntártelo a ti mismo… ¡Y a nadie más!

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